Claves para crear una comunidad de aprendizaje con una red social

Una comunidad virtual de aprendizaje es un entorno digital en el que las personas se reúnen para hablar y compartir información con el fin de poder aprender y desarrollarse a nivel personal o profesional. Una plaza digital en la que podemos debatir, comentar, colaborar y por supuesto criticar y analizar desde el sofá de nuestras casas o la cafetería de la esquina.

Una de las ventajas más importantes de estas comunidades es su potencial comunicativo que las convierte en un espacio ideal para utilizar en la educación. Entre los usos más expandidos está el de crear foros de discusión. Pensemos, por ejemplo, en una clase universitaria con un grupo de 80 alumnos. Ante un debate, lo más común en este tipo de situaciones es que aquellos estudiantes más lanzados sean los que participen activamente y los más retraídos se limiten a escuchar. Estas comunidades nos permiten ampliar el aula física expandiendo sus horizontes y abrir nuevas posibilidades de intervención a aquellos que por timidez no se atreven a participar pero que también tienen algo que decir.

No obstante, la idea de comunidad  no se limita a una mera participación en un foro de discusión. Va mucho más allá. ¿Se conocen todos los alumnos de tu clase? “¿Quién dijo eso?” ¿Cómo se llama el qué habló?” “¿Qué quiere decir el que levantó la mano?” son preguntas frecuentes en aulas con muchos alumnos. Este recurso se convierte en una herramienta idónea para confraternizar y establecer nexos y vínculos con otras personas con la que podemos llegar a compartir intereses comunes y emprender nuevos proyectos. De este modo, la comunidad no es solo un lugar de encuentro entre profesor-estudiante, sino también entre alumno-alumno y, lo que puede resultar muy interesante, alumno y otros profesores y/o interesados en el tema de aprendizaje de la comunidad externos a la clase.

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K Whiteford. Public Domain Pictures

Sí, en los últimos años parece que lo de las comunidades está de moda pero, ¿cómo se crean? Lo más cómodo  es utilizar las redes sociales por varias razones: son interactivas, permiten compartir contenidos y contactar a otras personas y, por lo general, son fáciles de crear.  Las hay de dos tipos:

Redes sociales generalistas (Twitter, Facebook, Pinterest, Instagram)

Ventaja: muchos de tus estudiantes ya las conocen y las utilizan.

Desventajas: la gran cantidad de datos. Pongamos el ejemplo de Twitter. En nuestra línea de tiempo nos aparecerá mucha información que no estará relacionada con la temática de nuestro curso y que no distraerá de nuestros objetivos didácticos. Es lo que denominamos ruido. Además, será difícil gestionar nuestros recursos ya que no son redes destinadas específicamente a la educación.

Redes sociales específicas (Edmodo o Ning)

Ventaja: están destinadas a la educación y por tanto teóricamente mejor preparadas para gestionar documentos y colaborar virtualmente.

Desventajas:

Necesitamos a personal técnico en nuestro centro capaz de instalarlas, mantenerlas y configurarlas correctamente.

Podemos usarlas gratuitamente aunque también en ocasiones hay que pagar por almacenar los recursos en la nube.

Tanto nosotros como los alumnos nos podemos cansar de crear cuentas nuevas en redes novedosas que no utilizamos cotidianamente.

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kropekk_pl. Pixabay

Como vemos la elección no parece fácil. La dificultad radica en encontrar la red más adecuada que satisfaga nuestras necesidades y que nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos didácticos. Entre algunas cuestiones que debemos plantearnos a la hora de seleccionar nuestra red social para crear una comunidad están las siguientes:

  1. Información

¿Podemos subir y almacenar documentos? ¿Podemos localizar esos documentos fácilmente? ¿Hacer búsquedas? ¿Podemos organizar y clasificar la información en categorías, etiquetas o hashtags?

  1. Comunicación

¿Podemos conseguir una sensación de comunidad con su uso? ¿Cuántos miembros podemos incluir en nuestra comunidad? ¿Cómo pueden los miembros de la comunidad interactuar entre ellos? ¿Por chat, videoconferencia, mensajes escritos, vídeo? ¿Cómo sabemos que un miembro ha participado? ¿Se reciben notificaciones?

  1. Creación de contenidos

¿Permite crear o editar textos, imágenes, videos? ¿Permite el trabajo colaborativo con otras herramientas? ¿Es compatible con otras tecnologías?

  1. Seguridad

¿Qué restricciones hay en los términos de uso? ¿Protege nuestros datos personales como usuario?

  1. Resolución de problemas

¿Es una herramienta conocida por nuestros alumnos? ¿Y por mí? ¿Necesitan la ayuda de un tutorial para registrarse?¿Qué problemas técnicos pueden aparecer? ¿Dónde puedo resolverlos?

¿TIC y educación? Los miedos del sistema educativo

Esta semana tuvo lugar un interesantísimo encuentro virtual organizado por los compañeros de HangoutON donde se debatieron diversos temas clave en relación al uso de las TIC y las redes sociales en el mundo educativo. Entre los participantes se encontraban expertos como Esteban Romero (@polisea), Jordi Adell (@jordi_a), Belén Rojas (@BelenaVeleta),  David Álvarez (@balhisay) y Linda Castañeda (@lindacq). En esta entrada se recogen algunas de las ideas más importantes que allí se debatieron.

El encuentro comenzó en torno a la definición de TIC. A diferencia de lo que podríamos llegar a pensar en un principio, las TIC son más que un grupo de “cacharros” o herramientas tecnológicas. Se tratan también de un conjunto de actitudes, valores y prácticas asociadas a esos utensilios. Unas herramientas que han supuesto un punto de inflexión en nuestra manera de comunicarnos, como lo fueron en su día la imprenta o las calzadas romanas, y que nos han llevado a presenciar tres grandes revoluciones: la supresión de barreras físicas en el intercambio de información, a ser nosotros lo que creemos y compartamos esa información gracias a la web 2.0 y finalmente la accesibilidad en cualquier lugar y momento del conocimiento con la expansión de los dispositivos móviles.

Pixelcreatures. Pixabay

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Pero, ¿está nuestro sistema educativo preparado para responder a esta gran revolución digital? Más allá de las barreras externas que puede suponer la falta de equipamiento tecnológico o de recursos en los centros educativos, el problema se encuentra en nuestros propios miedos internos. Miedo en el docente que siente perder su posición hegemónica si sus alumnos utilizan una herramienta que no domina con precisión, miedo al mostrar el trabajo con transparencia en redes sociales a padres y compañeros, miedo a adaptarse al cambio o, en definitiva, miedo a perder el control.

Así contado parece que la decisión de integrar las TIC en el aula depende exclusivamente del docente. Ni mucho menos. Las instituciones también tienen una gran responsabilidad en todo lo que ocurre en el sistema. ¿Qué sentido tiene aplicar métodos de enseñanza creativos y abiertos con TIC cuando el planteamiento de los exámenes (de selectividad, por ejemplo) son tan cerrados? ¿Para qué invertir en ordenadores, pizarras digitales y tabletas si no alfabetizamos y actualizamos a los profesores? ¿Para qué quiere Internet un profesor cuyo programa está en el libro?

Estas preguntas nos llevan a pensar que el problema es mucho más profundo: ¿Para qué estamos educando? Ha cambiado la sociedad y con ella también los objetivos de nuestros centros educativos. No ser competentes en TIC en un mundo cada vez más tecnológico terminará excluyéndonos de la sociedad. Lo que ocurre en la red es una fiel imagen de lo que pasa fuera de ella: compramos, nos comunicamos, nos entrenemos por Internet. En la educación, esto implica un cambio actitudinal en nuestra forma de aproximarnos a los contenidos, enseñar a ser críticos y responsables con esa tecnología y facilitar un entorno enriquecido en el que los alumnos sepan cómo y de dónde aprender. Implementar las TIC no consiste en hacer lo mismo con nuevas herramientas. Es precisamente el deber de las instituciones brindar los recursos a los centros y docentes para que puedan liderar sus propios proyectos y desarrollar competencias.

LoboStudioHamburg. Pixabay

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“¿Y yo? ¿Qué puedo hacer?” Una de las ventajas que nos ofrece precisamente las TIC es el poder hacer grandes cosas desde nuestro entorno más cercano. Aprovechar los recursos que tenemos a mano. Con un móvil o cámara de video podemos hacer que nuestros alumnos trabajen en equipo. Además, las redes sociales se han convertido en una excelente herramienta para extender nuestros entornos de aprendizaje más allá del aula y fomentar el diálogo y el pensamiento crítico. Educar en cómo utilizarlas para la consecución de objetivos didácticos es nuestro objetivo. Estas son algunas recomendaciones y usos prácticos que pueden ser de utilidad:

–         Seguir a gente o instituciones que puedan aportar algo a tu aprendizaje.

–         Relatar qué ocurre en el aula, cómo se está haciendo y reflexionar sobre nuestro aprendizaje a modo de autoevaluación.

–         Generar comunidades virtuales para que tus alumnos se conozcan mejor entre ellos y puedan sentirse en confianza en clase.

–         Atreverse a descubrir nuevas herramientas conjuntamente con los alumnos.

–         Tener invitados: emitir debates de clase por Internet y así abrir las paredes del aula a la participación de otras personas.

“Profe” ¿Tienes Facebook?

Es un hecho que existen diversas barreras que nos alejan de nuestros alumnos, así como tantos abordajes existen para reducirlas/eliminarlas. Algunos los llaman nativos digitales, otros Millenials y otros la Generación digital, pero no nos confundamos esto son tan sólo etiquetas, los hechos van mucho más allá. En definitiva, ¿qué es lo que nos hace tan diferentes?

En primer lugar, la relación que establecen con la tecnología. Y sí, podemos hablar de relación ya que la mayoría de las interacciones de nuestros alumnos se ve condicionada por la imagen que estos comparten en las redes. Fotografías en Instagram, tomadas en los intervalos de las clases, durante la clase o fuera de ella, estados de Facebook que reflejan generalmente como se sienten o como quieren que los otros crean que se sienten o son a cada momento o mensajes instantáneos en What’s App y similares, haciendo la función de mensajes en papel que en la antigüedad (en nuestra época claro, los profes somos unos carcas) rodaban por la clase de alumno en alumno, etc.

En segundo lugar, el uso instintivo tanto de dispositivos como de aplicaciones. Mientras que las generaciones previas se siguen peleando con apps, tabletas y teléfonos móviles entre otros, las nuevas generaciones se manejan como pez en el agua. Principalmente porque en la mayoría de los casos establecen contacto antes de tener uso de razón, mientras que nosotros hemos tenido que aprender cómo usarlas y entender para qué funcionan. No será la primera vez ni la última que nos quedamos asombrados al ver como un niño pequeño utiliza un móvil de última generación sin necesidad de echarle un vistazo al manual de instrucciones, o como instintivamente solucionan u ofrecen una alternativa para resolver algun dilema tecnológico. Para los Millenials, la tecnología  no sólo forma su ecosistema, sino que la necesidad de estar más al día que los demás surge naturalmente. Nos llevan ventaja, ellos lo saben y nosotros necesitamos acortar distancias.

Por ello, necesitamos estar ahí con ellos, convertirnos en usuarios y experimentar en nuestro entorno personal y profesional. Ir más allá de tener una cuenta en las diferentes aplicaciones y hacer de ellas una plataforma para empatizar con nuestros alumnos. Esta  participación por nuestra parte puede transformar la relación profesor-alumno tradicional y hacerla evoluir hacia una relación más próxima a la que existe entre colaboradores mudando también la forma en la que ellos abordan las materias que impartimos. Utilizar aplicativos innovadores o herramientas de las que ellos ya son usuarios a través de tareas 2.0., además de promover un mayor interés, contribuye al desarrollo de la competencia digital en un ambiente que conocen y en el que se sienten cómodos, en espacios en los que les gusta compartir sus intereses, lo que hacen, lo  que sienten o hacia lo que aspiran.

La controversia sobre la participación de profesores y alumnos en redes de carácter no educativo, no es nada nuevo. Algunos se oponen por cuestiones de privacidad (privacidad  utópica, ya que queda sujeta a los términos aceptados al hacernos usuarios de la red social qualquiera que sea) y otros porque no consideran que sea un entorno adecuado para promover el aprendizaje  (publicaciones/fotos que a veces no tienen relación con la actividad del grupo de trabajo, mensajes privados que el profesor no puede controlar, etc.) online3entrada

No se trata de quebrantar la privacidad de nadie, ni la propia ni la de nuestros alumnos pero si se pactan algunos límites para relacionarse y trabajar con las herramientas que ellos usan espontáneamente, además de continuar avanzando hacia un aprendizaje centrado en el alumno estaremos valorando el conocimiento que los alumnos tienen de estas herramientas y aumentando sus niveles de autoconfianza.

Y vosotros ¿Estaríais dispuestos a utilizar las redes sociales con fines educativos? ¿Cuáles serían vuestras propuestas? ¿Más ventajas que desventajas o viceversa?